LA VENGANZA DEL SALCHICHÓN JUSTICIERO

La siguiente serie de fotos ilustra mi larga trayectoria ya en el camino de la autodestrucción. El demoledor informe de la OMS, junto con la redacción de tremebundos titulares en los medios de comunicación, me ha hecho temblar estos días y creo que estoy viendo pasar mi vida en imágenes ya que el final está próximo.
Con mi padre, alrededor de 1972. Zampando JAMÓN. Las siguientes son más anteriores todavía y estoy con mi madre y mi tía Lola.


  Esas sopitas de jamón que mi madre me iba dando aquel día resulta ahora que… Pobrecita mía, si lo hubiera sabido. Como también entiendo ahora que la frase que me decía mi abuela sobre "las patatas de la cueva" era una consigna para ocultar ese infame jamón -que efectivamente escondía en una cueva en su casa- y que antes habían salado en el baúl y dejado curar en la cámara del piso de arriba. Que los abuelos saben todo y ella debía de ser consciente del delito que estaba cometiendo. Los mil y un trapicheos para tirar adelante en la posguerra fueron minucias, pero también aprendizaje para el tratamiento y contrabando de productos tan peligrosos como el plutonio.
    
   En fin, no teníamos bastante con los cuatro jinetes del Apocalipsis venidero. Faltaban OTROS, que por lo visto cabalgan con ellos con el mismo ímpetu e intención de abatirse sobre la humanidad para hacerla desaparecer.

   No serán el cambio climático ni el pelotazo de un meteorito perdido, no serán la caída global de internet ni la rebelión de las máquinas, no será Jo Nesbø cuando mate a Harry Hole troceándolo -que ya solo le falta escribir eso al muy canalla- y el mundo no soportará la conmoción (yo no la soportaré, desde luego), ni tampoco el plasta de Paulo Coelho con su último tratado de cursilería supina, ni por supuesto Pablo Coletas resucitando a las momias de Lenin y más zombis rojeras para que nos devoren en plan walking dead. No será la crisis económica ni la corrupción de la ya negra alma del hombre pecador, ni siquiera el temido cataclismo nuclear.

   No. Nada de eso.

  Será la corrupción de la carne por la carne. Serán ELLOS: el salchichón justiciero, el entrecot castigador, el chorizo letal, la panceta destroyer, el solomillo terminator.

  Ya estamos condenados desde que venimos llorando lógicamente a este valle de lágrimas. Cada aliento es oxígeno que nos va oxidando cada día. Cada paso es uno menos. Y si ya eran miles los enemigos acechando nuestra arrastrada existencia, ahora, de repente, la cuenta atrás se acelera. 

    Se han levantado en armas docenas de ristras de longanizas, barras de fuet y butifarras (independentistas también, faltaría más, que esas te matan por aburrimiento), cienes y cienes de jamones de Trevélez, miles de salchichas Bratwurst con paso de la Wehrmacht y escoltando a codillos envalentonados con chucrut, morcillas y morcillos aliados con poderosos hijos de gallinas y bombas H de millones de garbanzos torpederos… Madrid vuelve a las barricadas. El cocido se ha convertido en arma de destrucción masiva.

   Manchegos por el mundo, compartamos la pena. Se acabó la caldereta, olvidemos las gachas y las migas, se terminaron los duelos y quebrantos. Los segovianos lloran por su cochinillo mortífero. Los abulenses elevan plegarias a su santa Teresa para que la última gracia de este año del V centenario de su nacimiento sea el indulto a ese chuletón tan celestial como ella. Los gallegos conjuran a sus meigas para que encuentren pócimas que no condenen a esas terneras gloriosas y sus churrascos derivados aún más gloriosos -que igual un día el pulpo a feira también se acaba-.

  En fin, toda España conmocionada, ¡qué digo!, el mundo conocido. La reacción en redes sociales del orbe entero ha sido unánime: horror sin límites.

 Esto es lo que dicen los de la OMS: la carne procesada podría producir cáncer, de colon precisan. Luego afinan más con que sería al ingerirla en grandes cantidades y habitualmente. Y han llegado a dicha conclusión ellos solos, tal cual. Yo me imagino que, por ese mismo razonamiento, el pescado, el tabaco, el alcohol, la coliflor, el chocolate, las drogas blandas y duras o cualquier cosa que te puedas meter en el cuerpo, también en exceso y todos los días, no solo podrían producir cáncer, sino que algunas directamente te dan boleto en medio minuto.

  Si es así, vuelvo a dormir tranquila. Creo que es un razonamiento lógico, y a mí no se me distingue mucho por lo de la lógica. O sea, que va a resultar que hasta podría echar los papeles para la OMS y dedicarme también a la investigación científica para acabar con más cosillas como el ébola, el SIDA, el Parkinson, el Alzheimer y los múltiples cánceres que NO produce la mortadela de aceitunas. O por supuesto a nimiedades como a hacer vacunitas para la gripe o el sarampión que matan a criaturas y no criaturas por el mundo menos civilizado y, claro, menos iluminado también que el que pueblan estos lumbreras.

  Pues eso, que respiro y me río. Todo el mundo se aburre en algún momento y estos señores no iban a ser menos. Está muy bien advertir, llamar la atención para cuidar la salud mediante una dieta equilibrada y sana, pero hay que saber hacerlo, señores, y si no, pues uno se calla, sigue trabajando y punto pelota. Todo antes que tocar las narices y, en especial, los huevos de carniceros, charcuteros, ganaderos y demás trabajadores del sector. Lo contrario es el cachondeo general que se ha extendido con razón.

  Porque el ingenio en la red ha sido infinito, que también el personal se aburre bastante, pero es que con temas así también se lo ponen a huevo.




  Están también los que en vez de humor han sacado mala leche (¡peligro!, ¿es de vaca, de cabra, de burra?) y apuntan a una conspiración judeomasónica de vegetarianos y veganos, porque igual hay unos cuantos en la OMS.

  En este caso, ¿quién asegura que quizás un día las lechugas y las acelgas no sean las malas malísimas de la película?, que ya lo dice el ripio:

Qué culpa tiene el tomate, 
que está tranquilo en su mata, 
de que venga un botarate 
y lo meta en una lata. 

  No obstante, vegetarianos y veganos tienen todo mi respeto y mi más profunda admiración por sus firmes convicciones y fuerza de voluntad. Lo que me gusta menos es que los haya que miran malamente a quienes no tenemos ningún tipo de problema ético con comernos bichos.

  Me crie (sí, es sin tilde) en el campo. Vi cazar y matar y me comí lo que se cazó y se mató. Y no hace mucho vi al gazapo que salía corriendo de su madriguera, azuzado por mis dos perrillos que andaban husmeando. Al minuto, esa bala chiquitaja y lista como él solo que fue nuestro Chiqui -que el buen Dios de los chuchos lo tenga en su mayor gloria- lo llevaba entre las mandíbulas, ufano, y nos miró con cara de flipe cuando le estuvimos regañando. ¿Y a mí este chorreo por qué me cae si soy un perro y cazo por instinto? Pero sí, aquí estamos de acuerdo todos en que hablamos de instinto animal. Lo que pasa es que resulta que también vi el instinto humano aplicado a congéneres de Chiqui, como a esos preciosos galgos que, cuando acababa la temporada de caza, terminaban colgados de la rama de una encina. Me encontré a más de uno en mis aventuras con mi bici y, en la infancia, la fascinación ante el temor o el horror siempre es más fuerte que el temor mismo, la aversión y la pena por lo que ves. Así que tengo el recuerdo de aquellos pobres infelices como si fuera ayer.

  O sea, que nosotros (nos) matamos por matar, hasta vegetarianos y veganos. Naturaleza humana la llaman, con lo cual para mí se solventa de un plumazo la cuestión ética sobre comerse un bicho o no.

 Tras esto, recordemos anteriores alarmas alimentarias. Porque hace un tiempo los huevos (de gallina) te podían reventar las venas por el colesterol fatal que generaban. Ahora no hay problema, son maravillosos y te puedes comer los que te dé la gana. Sin pasarse, claro, que el colesterol malo ya no te sube, pero la indigestión te dura hasta el día del Juicio Final.

   Sin pasarse, repito. Ah, a ver si va a ser eso, lo de que la virtud está en el término medio. Claro, la mesura, el equilibrio, las alianzas entre el tomate y el filete, el bocata de salami y la manzana del Paraíso, la zanahoria y la panceta. Quid pro quo. Naranjita de mi vida, dame tus vitaminas y yo, chuleta seria y con palabra, te doy mis proteínas, y juntos viviremos felices per saecula saeculorum.

  En fin, que el tema está dando para mucho y en más reflexiones propias advierto que los de la OMS deberían haber precisado aún más. La carne roja han dicho, pero ¿qué carne roja? Y hay más cosas que te puedes meter en el cuerpo y que también son carne. Y el personal se da filetes todos los días. Pero con esto ya entramos en otro campo semántico y muy extenso que da mucho juego también. 
  No obstante, el concepto de carne para comer -o al menos para querer comer- sigue siendo el mismo.

  Así, rematemos con más ejemplos de animalitos de sangre caliente y abundante carne con, por supuesto, su tocino correspondiente según su constitución, procedencia y el pienso que se zampa. Y me da que también vegetarianos y veganos, de todo sexo y condición, les querrían hincar el diente. Más que nada porque son carnes únicas.

  La más excelsa para mi gusto, que siempre he considerado bastante bueno y variado, sin duda es este SOLOMILLO DE SOLOMILLOS, SECRETO DE SECRETOS, LOMO DE LOMOS adobado con medio siglo de buena vida, bien alimentado en pastos antípodas y con mejor muestra de currículum vitae en la dehesa del cine.
Russell Crowe
(Nacido en Nueva Zelanda y criado en pastos australianos, 1964)

DOY FE ABSOLUTA DE ELLO EN EL PAR DE VECES QUE LO HE TENIDO 
ENFRENTE Y HE TOCADO ESA CARNE GLORIOSA

 Obsérvese que la diferencia entre este SOLOMILLO y el par de trozos (denominación de origen palentina) del que me he metido yo este mediodía es prácticamente nula.

  Los demás son pálidas sombras a su lado en el mostrador, pero hacen su apaño de poder desear degustarlas aunque sea (asco me doy…) con los ojos. Así que como ahora salgan diciendo que nos podemos quedar ciegos por tanta glotonería visual, MA-TO.

  En fin, para evitar el empacho, como he dicho que hay que apelar a la moderación, me lo aplico y solo pongo algunas piezas más de mi ganado favorito en cuestión. Tienen diversas denominaciones de origen. Hay más bichos antípodas como este:
Marton Csokas
(Nueva Zelanda, 1966)


 Y ejemplares europeos. Carne sajona también ya en sazón como esta,
 Ray Stevenson 
(Irlanda del Norte. 1964)


 o un poquito más joven, pero de BIEN DOTADA y MOSTRADA ración.
Michael Fassbender 
(Germano-irlandés de 1977)



  Y los que sirven para la parrilla tanto de salado como de dulce, como este GOFRE. 
Geert Van Rampelberg 
(Bélgica) Este además YA es un cáncer de julio de 1975.


  Ah, y el pescado me gusta mucho mucho mucho también. Así que, como hay que equilibrar, pues entre filete y filete, uno puede incluir algún bacalao o una última muestra de salmonazos vikingos.
Trond Espen Seim. (Noruega, 1971)



   Y así podría seguir hasta el infinito y más allá, pero ya noto que se me nubla la vista del atracón.

 Pues eso. Que seamos sensatos y nos preocupemos de lo verdaderamente importante. Y, que yo sepa, no tener nada que comer sí que ha sido siempre cuestión de vida o muerte.


Mariola

Comentarios

  1. jajajajajajaja qué atracón que buenos filetes!!! Ay madre yo paso de la OMS porque yo también MATO por un buen trozo de carne, alguno de esos los comparto y otros son más de platos colocaditos ;)
    En fin esperemos que será lo siguiente que nos quieran quitar, si es que pueden.
    Como siempre...qué gran entrada!!!

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    1. Je, je, je... Hombre, dirás que no he puesto estos filetes luciendo bien colocaditos ;-). Gracias por compartir en FB :-D.

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  2. Me ha gustado mucho y me he reido leyendolo, pero tambien la racion (de vista) de filetes,chuletones y salmonazos del final son buenisimos

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    1. Qué bien, Lucía, ya te veo poniendo comentarios en todos los sitios. Me alegro de que te haya divertido y más de que te hayan gustado los SALCHICHONES varios del final :-D.

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