LOS CHAVALES DE LA PROMOCIÓN 110


Que son los peritos agrícolas de toda la vida de la Escuela de Ingeniería Técnica Agrícola (distrito Centro, Madrid) que terminaron en 1965 y el pasado viernes celebraron medio siglo rodando por el mundo con sus insignias -ya doradas- de la profesión. Estaban también algunos de la promoción 100, o sea, más chavales todavía. Y los del cuarto de siglo (la 135), que recogían las plateadas.




Uno de los dorados era mi padre, al que pude acompañar en el acto de entrega de diplomas y reconocimientos, y en el cóctel -con cuarteto de jazz incluido- que dieron después en los jardines de la vecina escuela de los más serios técnicos superiores agrónomos. Y lo pasé muy bien, la verdad.

Fue un poco como imaginarse una película de los sesenta, del tipo Margarita se llama mi amor, e intentar ponerles a todos las caras, la ropa, los peinados, las scooters y los tranvías. 






Pero eran ellos los que tenían esos recuerdos de verdad. Algunos no se veían desde entonces y otros conservaban la mirada brillante o los gestos del que fue el empollón, la formal, el golfo, el soso, el gracioso, el despistado, el popular o el triste. 

Lo mejor, los aplausos cuando los nombraban para recoger sus diplomas y todos gritaban "¡Bien!", no ya por la alegría del reencuentro -con más o menos memoria unos de otros-, sino simple y directamente por estar allí, por viajar en el tiempo y saber que, aunque ya igual es complicado juntarse dentro de otros cincuenta años, han podido hacerlo porque han vivido estos primeros. Trabajaron en lo que les gustó estudiar y han llegado hasta aquí. 

Que todos tengamos esa suerte.

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