Romper Stomper. La sinrazón de la que nunca aprendemos

Romper Stomper (Geoffrey Wright, 1992). Con Russell Crowe, Daniel Pollock y Jacqueline McKenzie

Fue hace unas semanas. Era el Día de la Comunidad Valenciana y vi en la televisión las manifestaciones que coincidieron a la vez en el centro de la hermosa ciudad levantina. Ultras en ambas, gritando consignas, compartiendo una sinrazón que es la misma aunque le pongan colores distintos.

Pero se me quedó grabada la imagen de unos chicos (porque no pasaban de los veintitantos), con pasamontañas y a cara descubierta, brazo en alto y fiereza pura y dura emanando de rostros y ojos clavados en los de enfrente. Imposible no pensar en Romper Stomper, la escalofriante y durísima película australiana que firmó el director Geoffrey Wright en 1992 y protagonizó un Russell Crowe de 27 años en estado de gracia perfecta. Hoy la traigo a colación.

Su visionado es un ejercicio de sacrificio, fuerza y voluntad para sentir lo peor de la naturaleza humana en una panda de jóvenes neonazis en Melbourne. Una experiencia cinematográfica tan incómoda y tensa que no deja un momento de respiro, por la crudeza pero también contundencia de su mensaje, un mensaje que, al parecer, sigue sin aprenderse. Una película que solo se disfruta por el soberbio y colosal trabajo de interpretación de unos actores que destacan tanto individualmente como en conjunto.

Por recordarla una vez más con triste sentimiento de desesperanza, resignación y también miedo, porque ni tenemos memoria ni aprendemos ni parece que lo haremos. Y porque debería ser de visión obligatoria en la educación, el valor más fundamental para erradicar la ignorancia y ahuyentar tanto fanatismo descerebrado.


Mi humilde granito a esa labor fue ponerla en una clase en la academia madrileña donde enseñaba inglés a alumnos desde primaria a adultos. Fue en 2002. Por supuesto, les tocó a adolescentes de entre 15 y 17 años que iban a un mismo instituto de la zona. Su primera reacción fue la enorme sorpresa: "¡Hostias, ¿ese es el Gladiator?". "¡Halaaaa, de skinhead chungo! ¡Cómo mola!". Habían visto ya cosas como American History X, otro gran título sobre el tema. Pero desconocían Romper Stomper y evidentemente que el famoso Gladiator fuera el protagonista.

Yo avisé. Primero porque no se iban a enterar, pese a los subtítulos en inglés. Pero ya sabemos que el acento australiano es de otro planeta y no nos enteramos ni los que medio entendemos la parla sajona. Y segundo, y más fundamental, porque no iban a ver al Gladiator, sino a alguien muy muy distinto. Tenían que prestar atención, no porque fueran a seguir bien la película ni porque apreciaran el endiablado acento, sino por la historia y lo que podrían aprender.

La vimos en dos días. Cuando cortamos el primero se quedaron expectantes, aún con la emoción por la parafernalia neonazi, el ruido, la música estridente y desasosegante y la estética de personajes y ambientes. Aún con el morbo y la fascinación propias de la adolescencia ante el caos, la irracionalidad, la violencia y la destrucción.

Cuando la terminamos el segundo, pasó un rato hasta que pudieron decir algo. Ahora la emoción era otra, y no les gustaba tanto porque los había hecho pensar. Pero sobre todo los había hecho sentir. Uno de ellos, ya cuando se iban, me preguntó que dónde podía conseguirla o si se la podía prestar para llevarla a su clase. Por lo visto, tenía compañeros que andaban metidos en historias parecidas o, por lo menos, estaban haciendo pinitos en el tema.

Pues bien, 16 años más tarde me veo recordando aquellos días y pensando que ese gesto quizá les sirviera a aquellos chavales, simplemente por el momento de reflexión, de golpe en el corazón y la conciencia. Que pudo servirles para que no cayeran en la peor fascinación e ignorancia, en esa sinrazón que, sin embargo, parece inherente a la naturaleza humana. Es un mínimo consuelo ante lo que ha seguido pasando y vuelve a infectar a una sociedad más allá de la más paleta que inoculan politicastros de nuestro terruño, sino a Europa entera.

Me quedaré con esa distinción y poder que siempre tiene el cine para tratar de agitar o remover conciencias. O con la grandeza de mostrar una realidad tan brutal y oscura a través de las monumentales interpretaciones de un sublime reparto de actores desconocidos (algunos entonces), y que sacaron lo peor y lo mejor de ellos para componer este infernal canto a la sinrazón humana.

Comentarios

  1. Buenos días, Mariola: Sí, no aprendemos. Bueno, nosotros quizás, pero nuestros hijos, no; y nuestros nietos, menos aún. Parece que cada uno tiene que aprender por sí mismo. Basta que lo diga otro para que no valga. Yo también me pregunto muchas veces por qué será así, y como no encuentro la respuesta echo mano de la respuesta 'comodín': debe ser algo evolutivo, algo que genéticamente nos conviene como especie para sobrevivir, aunque a corto plazo no lo sea.

    Excelente artículo... y valiente.

    Saludos.

    PD: Me anoto la película, que no conocía

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    1. Hola, Javier. Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya llamado la atención este artículo. Valiente no creo que sea, simplemente me vino a la cabeza al ver esas imágenes. Romper Stomper sí fue una película valiente en su día. Y si puedes hazte con ella. Ya digo, es toda una experiencia cinematográfica. La tienes en la Fnac y en Amazon.

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